El SMOS, el satélite que vigilará el agua


Durante la próxima madrugada, a las 2.20 horas de la mañana, la Agencia Espacial Europea (ESA) pondrá en órbita el primer satélite capaz de medir la salinidad de los mares y la humedad de la tierra desde el exterior del planeta y, también por primera vez, los investigadores y la industria española tienen el papel protagonista para que la misión haya sido posible.

Con un objetivo claramente medioambiental, el satélite SMOS (Sol Moisture y Ocean Salinity, en inglés) ya está preparado en su plataforma de lanzamiento en el cosmódromo de Plesetsk (al norte de Rusia) a bordo de un cohete Rockot, que comparte con otro satélite experimental, el Proba-2.

Su misión: vigilar los niveles de sal en los océanos y el grado de agua que retiene la superficie terrestre para tener mejores modelos de predicción del cambio climático, además de entender mejor el ciclo del agua y anunciar catástrofes , como El Niño, con suficiente antelación para avisar a los posibles afectados.

El director general de la ESA, Jean-Jacques Dordain, durante una visita a su sede en España (ESAC), en Villafranca (Madrid), destacaba la complejidad del instrumento del SMOS, con el que se "liderará la recogida de datos acerca del cambio climático", y la participación tecnológica española "que es la más importante del satélite".

Hasta ahora, sólo se podían tener medidas superficiales y parciales de los dos parámetros que va a controlar el SMOS. Fue hace 16 años cuando los investigadores europeos comenzaron a pensar que no eran suficientes y que se podían utilizar interferómetros, como los que se utilizan en radioastronomía, para captar las frecuencias que emite la Tierra y que contienen información sobre el ciclo del agua.

Durante muchos años, el proyecto sufrió altibajos, hasta que se aprobó en 1999. El reto tecnológico era conseguir captar esas frecuencias sin necesidad de una gran antena, una solución que fue aportada por la empresa española EADS/CASA con el instrumento MIRAS: un total de 69 pequeñas antenas receptoras distribuidas en tres brazos que se desplegarán una vez que el satélite esté en su órbita, a 758 kilómetros de la Tierra. Su diámetro abarcará los ocho metros.

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