El fin de la era PC

“El mundo del computador personal está cerca de acabarse”. El comentario, dicho por Steve Jobs en junio de este año, tuvo ecos a lo largo y ancho de la red. Se formaron, como era predecible, dos bandos. El primero, conformado por los discípulos de la tecnología móvil, en cabeza de varios fabricantes, entre ellos Apple (empresa de la cual Jobs es CEO y cofundador), Research in Motion (creadores del BlackBerry que se expande como la peste) y Nokia (la compañía que más teléfonos celulares vende en el mundo). El segundo, una combinación de escépticos usuarios de PC (computador personal en inglés) y, cómo no, las compañías que los producen.

Ahora, si bien nadie espera que el pronunciamiento del oráculo Jobs se cumpla mañana mismo, sí hay indicios de una cierta transformación tanto en la tecnología, como en los usuarios; transformaciones en un mundo de por sí cambiante, incierto. Estas mutaciones parten de un concepto: el mundo de la movilidad, de la conexión eterna.

Detrás de la primera explosión que fundó el actual reino del computador personal se encontraba la idea de que cada familia podría tener un dispositivo de estos en su casa. Una combinación afortunada de factores fue minimizando el tamaño de los computadores, lo suficiente para que cupieran encima de un escritorio y no en todo un edificio. Los costos bajaron, las máquinas se hicieron más poderosas. Era el momento.

De cierta forma, estos mismos factores (reducción en tamaño, incremento en la potencia de procesamiento, descenso en los costos) han dado pie para el siguiente paso: del escritorio en la casa al bolsillo del pantalón.

La punta de lanza fueron los celulares, que en pocos años se colaron en la vida diaria, y el presupuesto de una buena porción de los ciudadanos del mundo: ahí, donde no hay un computador, muy probablemente existen varios teléfonos celulares. Hoy en día, la cifra de suscriptores de estos dispositivos en Estados Unidos supera los 300 millones; en Colombia el número de líneas activas, a finales del año pasado, se ubicó en un poco más de 42 millones. Tímidamente estos dispositivos fueron introduciéndose en la navegación de internet a través de los rudimentarios portales WAP. De nuevo, era el momento.

Los teléfonos se convirtieron en vehículos capaces de navegar la red, ya no en su versión móvil (un eufemismo para decir reducida), sino en toda su dimensión: el mundo en la palma de la mano. Según Lance Ulanoff, un analista de la revista norteamericana PC Magazine, “todo comenzó con el iPhone. Nunca antes un teléfono había tenido una interfaz tan intuitiva”.

Mientras sus más cercanos competidores, BlackBerry (que ha vendido, sólo en 2009, en los Estados Unidos más de 30 millones de unidades) y la serie N de Nokia, se concentraban en la mensajería instantánea y el correo electrónico, Apple le apostó a un dispositivo con un sistema operativo propio, versión casi completa de la plataforma de los computadores Mac, que les permite a programadores externos desarrollar todo tipo de aplicaciones; algo así como una expansión de fronteras para un mundo ciertamente ilimitado; actualmente existen más de 200 mil aplicaciones oficiales para iPhone y el número sigue creciendo dramáticamente.

El siguiente golpe de Apple llegó este año con el lanzamiento del iPad, del cual se han vendido más de dos millones hasta el momento, aunque se espera que para finales de este año esa cifra crezca hasta los 10 millones. El iPad resume el pensamiento oracular de Jobs: un dispositivo del tipo tableta que reproduce video y música, con formato adecuado para leer y que se conecta a la red a través de las redes Wi-Fi y 3G. El iPad tiene un teclado, con un tamaño más reducido que el de un computador, con el cual se pueden componer, sin mayores diferencias, documentos de Word (en conveniente forma de aplicación desarrollada por terceros).

Ahora bien, siempre habrá usuarios que necesiten sistemas más robustos que cumplan con los requerimientos de sus tareas diarias. Sin embargo, el escenario tiende a polarizarse: computadores con cada vez mayores capacidades y personas que cada vez menos las necesitan. Como lo dijo una compulsiva usuaria de BlackBerry: “Yo llego a mi casa y todo lo que tengo que hacer lo puedo hacer desde mi teléfono, ¿para qué enciendo el computador?”.

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